En las últimas semanas los ataques callejeros a mujeres y jóvenes que llevan pañuelos verdes se multiplicaron en distintos lugares del país (en provincias empeora, particularmente en provincias donde las iglesias tienen más espacio político y público), al tiempo que proliferan los llamamientos antiderechos a no cesar. En Salta, por las agresiones, la coplera Mariana Carrizo debió permanecer sin salir de su casa durante unos días, luego de declararse a favor de la IVE; en Catriel, Río Negro, a un joven lo apedrearon en una plaza y a una chica la emboscaron entre tres para arrancarle el pañulo verde de la mochila. En Mendoza, una activista que denunció agresiones callejeras tuvo esta semana un episodio más que confuso con policías en su casa. El viernes, en Paraná, Entre Ríos, mujeres que iban a presenciar el fallo en el caso de una funcionario acusado de acosador (y que había demandado a la víctima por difamación) fueron cacheadas para que ninguna ingresara a tribunales con pañuelos verdes.
Por si eso no alcanza, los antiderechos buscan otros resquicios. No importa si los destinatarios son los más vulnerables. El jueves pasado, L, un niño de 9 años que había realizado con su grado la visita del “circuito belgraniano” que suelen hacer escuelas públicas porteñas, preguntó llorando a su mamá por qué había gente que mataba bebés. En el último punto del recorrido belgraniano, la iglesia de Santo Domingo, donde se aprecian el mausoleo y banderas que el prócer capturó en batallas, a mano de los niños habian quedado folletos (sin firma e inspirados en el film antiderechos “El grito silencioso”) titulados “Así se mata a un inocente”, cuya reproducción acompaña estas líneas. “En mi familia hablamos de educación sexual, mi nene grande va al secundario, hablamos en casa de la ley. Y a pesar de todo eso, él se encontró con ese folleto y se puso mal, me preguntó ‘¿es verdad que matan bebés chupándolos con una aspiradora?’ Estuve hora y media hablando con él”, contó a este diario la madre de L, investigadora del campo de las ciencias exactas y naturales. Ella le hizo escuchar la exposición que el biólogo Alberto Kornblihtt hizo ante el plenario de Diputados, habló sobre qué es vida, qué es persona, qué no. “Después plantamos una palta y le dije ‘vos tenés el carozo, es como un embrión. Sin tierra, sin agua, sin cuidado, no es planta. Y un embrión no es un bebé”. Así y todo, esa noche L tuvo pesadillas.